Diseño del blog

Un intento fallido de presentación.



¡Buenas buenaaas!


Como principiante en este maravilloso mundo del bloggeo supongo que lo primero que tengo que hacer es presentarme. Si estas leyendo esto estoy más que segura de que ya me conoces !Hola mamá! Pero bueno, es lo que toca, así que vamos a ello.


Me llamo Duane da Rocha y sinceramente no tengo ni idea de cómo definirme. Me parece muy básico definirme por mi trabajo, por lo que estoy estudiando, o por lo que hago para ganarme la vida. A mi parecer, somos mucho más que eso. A riesgo de parecer un poco mística, creo que somos nuestras experiencias, lo que hemos aprendido, a quien hemos conocido, lo que hemos sentido y cómo hemos superado nuestras crisis existenciales que, unos más que otros, todos hemos vivido.


Para ponerte un poco en contexto, te cuento. Nací en la capital de Brasil y con menos de dos años ya estaba volando a España. Mi madre es Brasileña y mi padre Español por lo que, en cuanto a pasaporte se refiere, soy de nacionalidad híbrida pero de corazón, ESPAÑOLA y orgullosa (lo siento, reboso patriotismo). Me he criado en el paraíso de la Costa del Sol, una zona multicultural con ciudadanos de carácter abierto y sociable. Creo que una buena parte de mi personalidad es gracias a haber vivido en un entorno tan distendido y acogedor. Quiero decir… ¿Quién ha venido a la costa del sol y no se ha sentido arropado por su gente? 


Empecé a nadar desde muy pequeña y por la natación emprendí una aventura que duró mas de 15 años. Me mudé a Madrid con 16 años para entrenar con el equipo nacional de natación y bueno… a partir de ahí, mil historias para soñar y otras muchas para no dormir. Historias que iré contando por aquí poco a poco (si es que consigo realmente subirme al tren del blog y no bajarme).


A los 31 años me retiré de la natación profesional, no sin antes tener otro objetivo en mente. Se me hace bola la vida sin tener objetivos por los que luchar. Los últimos años de nadadora se me hicieron un poco cuesta arriba, entre otros motivos, porque veía que se acercaba el momento de mi retirada y estaba perdida. Me aterraba la idea de no tener nada a lo que agarrarme. Estuve sufriendo por un futuro en vez de vivir el presente, así que no disfruté mucho de esos últimos momentos de mi carrera deportiva.


Durante los últimos meses de mi etapa como nadadora hice un curso de Tripulante de Cabina de Pasajeros, TCP para los amigos y azafata de vuelo para los demás terrestres. Lo que yo pretendía por aquel entonces era aprender un oficio que me permitiese trabajar una vez dejase de nadar, y así acallar esa vocecita de mi cabeza que me preguntaba constantemente “¿Para qué sirves si no es para nadar?¿qué vas a hacer cuando esto se acabe? No has estudiado nada… no tienes ni idea de cómo funciona el mundo real…”. En fin tonterías varias que hacían que estuviese nadando por el simple hecho de ¿qué iba a hacer sino? Y ese es un motivo bastante pobre si lo que quieres es entrenar para estar en la élite. TOKYO2020 era mi objetivo y entrenar para nadar unas olimpiadas no es solo nadar, tienes que analizar todo lo que te puede estar afectando y qué puedes hacer para remediarlo. Este Curso era el remedio a lo que me estaba afectando. Terminado el curso acallada las voces y tocaba ponerse a tope para el 2020. Spoiler: No fue así como pasó.


Una vez tuve mi licencia de TCP en mano, la motivación de seguir 2 años más hasta Tokyo se esfumó. De repente y sin yo esperarlo, me entraron unas ganas locas de empezar una nueva vida, tener un objetivo diferente, conocer a gente nueva, aprender a andar en mundo que no conocía. Salir de la burbuja y entrar en el mundo real requiere una adaptación y estaba impaciente por empezarla. Cerré el chiringuito de la piscina, colgué el bañador y me sumergí de lleno en mi nueva aventura. Mientras trabajaba de monitora de manera temporal mandaba curriculums a fuego, hasta a compañías que no sabía ni que existían. En muchas me rechazaron en el primer corte, en otras llegué a la entrevista y también me rechazaron, hasta que por fin entré en mi primera compañía. Me emociono solo de pensarlo. En Diciembre terminé el curso y en Marzo ya estaba volando.


¡Que guay es ser azafata! En serio, me encantaba. Cada día trabajas con gente diferente, te enfrentas a situaciones diferentes, el 99% de las veces es una jornada laboral de lo mas llevadera, y el 1% en las que abrirías la puerta en pleno vuelo y te tirarías es porque suele haber algún retraso. Pero me encantaba, sobre todo porque es un trabajo que no interfiere con mis emociones, porque la línea entre la persona que soy y mi trabajo esta claramente marcada. Algo que no me pasaba con la natación, que estaba en una constante montaña rusa de emociones de todas las formas y colores por mil motivos diferentes todo el rato. Era agotador intentar controlarlo. Mucho más agotador que 13 horas de jornada laboral empezando a las 5 de la mañana, 6 días seguidos. Cuando divagaba con la idea de dejar de nadar explicaba que estaba cansada. Estaba cansada de estar cansada siempre y me respondían “¿Tu que te crees que un trabajo no te cansas?”, eso me asustaba. Ahora que ya he vivido los dos lados puedo decir bien alto que NO. Claro que no he probado todos los trabajos que existen, pero me arriesgo a decir que en la mayoría de ellos no te cansas ni la décima parte que entrenando en alto rendimiento.


Pandemia y ser azafata no es una buena combinación así que en cuanto cumplí mi contrato en la última compañía con la que estuve volando, FIN. 


Ante las adversidades, reinventarse. Cambiar de camino, cambiar de objetivo. No pasa nada, mientras te apasione lo que haces.


Post-Pandemia volví a casa, a la piscina, a trabajar en algo parecido a socorrista, sentada 8h sin hacer prácticamente nada, bajona total (sin ofender a los socorristas). Me aburría, no estaba aprendiendo absolutamente nada, no estaba viviendo ningún tipo de experiencia enriquecedora, y no estaba creciendo ni laboral ni personalmente. Fueron unos meses chof chof. Me costaba levantarme para ir a trabajar lo más grande y eso que entraba a las 11 de la mañana. Me sentía atrapada. Mi entorno me repetía una y otra vez “Bueno… por lo menos tienes un trabajo, piensa que mucha gente no tiene ni eso”. Hay que estar agradecido de lo que uno tiene siempre pero ¿hay que conformarse con algo que no te hace feliz? A mí no me compensa. Mi salud mental es mi prioridad y al ver que estaba al borde del abismo otra vez (años atrás no estuve al borde del abismo, estuve inmersa en el) decidí dejar el trabajo, de un día para otro, sin contemplaciones.


Que bien te sientes cuando tomas una buena decisión. Al dejar el trabajo me incorporé al Club Natación Mijas como ayudante de entrenador de las categorías inferiores. Sinceramente, lo último que quería en mi vida es ser entrenadora pero la natación me apasiona y los peques… ¡Ai! Mis peques, me sacan una sonrisa hasta en el peor de los días. 


Vuelvo a trabajar en algo que, aunque no lo tenía en mente, me encanta. Siento que aprendo cada día (se aprende tantísimo de los peques) y me siento con ganas de emprender nuevos proyectos como por ejemplo, este blog, el swimming campus y alguno más que me guardo para que no pierda fuerza.


Actualmente estoy en una de las épocas menos “fáciles” de las que he vivido, sin embargo, cómo aprendí en su momento, no me asusta el futuro, al revés, me emociona. No es que me crea el próximo Paulo Coelho, ni quiera ir dando lecciones de autoayuda a nadie pero pasa, pasa que un día crees en tu potencial, en tus valores y en todas las posibilidades que hay para seguir creciendo en todos los aspectos, y entonces ya no te preocupas por el futuro porque estas demasiado centrada en aprovechar al máximo lo que tienes delante.


 

Volviendo al principio. Me llamo Duane da Rocha y soy un cachito de cada momento que he vivido hasta ahora. Estoy en continuo cambio. Seguramente lo que soy hoy ya no lo seré mañana asi que para que perder el tiempo en definirme si puedo hacerlo través de mis historias.


Abriendome camino...

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